En los últimos tiempos, las personas se han dispuesto a una mejor y más equilibrada relación con los animales y se ha generado un vínculo más cercano y afectivo con ellos que son capaces de calmar emociones negativas como la angustia, el miedo y el estrés.
Se viven tiempos difíciles en el tema de las relaciones de amor. Son cada vez más las personas que no logran encontrar o adaptarse a una pareja, y en mi consulta es frecuente atender a personas intolerantes a la crítica o muy tendientes a juzgar o exigir algo a cambio en la relación de amor, siendo menos común el ofrecer un amor incondicional. Todo ello genera que muchas personas desarrollen “apegos” hacia sus mascotas, pretendiendo llenar el hueco que produce una relación fría por ejemplo. Es más sencillo comprar o adoptar un animalito para aquellos que están desesperanzados de encontrar relaciones donde puedan brindar y recibir momentos de alegría.
Una mascota siempre te recibe contento, juega contigo, te escucha, te regala afecto físico al treparse en ti o lamerte, se queda a tu lado incondicionalmente, no te exige, se entristece contigo y hasta son capaces de protegerte de cualquier amenaza. Lo que en realidad sucede, es que en muchos casos (sin generalizar), todas esas atribuciones que los individuos dan a los animales, son cualidades humanas que anhelan recibir del resto de las personas, son sentimientos que no han podido encontrar o no han sabido pedir o hacer surgir en las personas a su alrededor y que en una búsqueda de satisfacer esas necesidades afectivas de autoestima, atención, afecto, pertenencia, compañía y aceptación incondicional han decidido consciente o inconscientemente adecuarse esa manera.
Es funcional, y hasta recomendable terapéuticamente, tener una mascota, pues representa un beneficio el encontrar una manera de dejar llegar todo lo bueno que tenemos dentro y que no hemos podido depositar en alguien o que aún es abundante dentro de nosotros. El beneficio es mutuo y la meta es dar amor y generarse un buen estado de ánimo, incluso disminuir el nivel de ansiedad de la vida cotidiana con las travesuras y ternuras que esos seres tienen, el poder de lograr en el corazón que desea experimentar emociones positivas, como por ejemplo salir a caminar con tu fiel amigo de cuatro patas.
El carisma de un animal tiene el poder de lograr una más rápida recuperación de un paciente, y recientes estudios demuestran que las personas que aman a sus animales se vuelven más sensibles, más atentos, ríen más fácil, son más empáticos y solidarios. Sin embargo, está ocurriendo un grave fenómeno que a veces resulta polémico. Algunas personas han rebasado los límites de normalidad en su manera de relacionarse con los animales y han distorsionado el trato adoptando conductas extrañas, desadaptativas para los propios animales como vestirlos, modificar su genética para que se vean más estéticos, mutilar sus orejas o adiestrarlos para hacerlos caber en un mundo donde ya son tratados como humanos.
Es importante cuidar que el amor no se convierta en una obsesión por humanizar a los animales, pues esto acarrea una seria de comportamientos excesivos, grotescos, que evidencian problemas mentales o emocionales y que violentan y dañan la salud biológica y psicológica de las mascotas.
Aquí te comparto algunas razones para identificar si estás amando a tu mascota de manera enfermiza:
- Si estás tratando de tapar tu necesidad de relacionarte con otros o tu inhabilidad para comunicar tus anécdotas y experiencias.
- Como una medida de tapar tu miedo a quedarte solo
- Para justificar tu aislamiento generado por tu sensación de no ser aceptado
- Si se trata de un niño puede llegar a “necesitar” y no amar a su mascota debido a que sus papás no tienen tiempo para él o no le brindan atención.
- Si te consigues una mascota después de una traición o ruptura amorosa por considerarlos fieles y leales.
- Cuando se tiene a una familia poco afectiva donde no se estila abrazar o usar cariñitos entre ellos para poder dar salida a esa afectividad contenida.
- Cuando se tiene un gran complejo de inferioridad que causa que los demás se sientan incómodos a tu lado y busques tu mascota para sentirte amado y no juzgado y porque es la única manera en que te sientes superior o competente.
Son dos trastornos los que pueden llegar a desarrollar una persona que ya no está funcionando bien y que sus familiares deben considerar atender prontamente. Trastorno compulsivo de acumulación (Síndrome de Noé) donde la persona ya afectada va llevando cada vez más animales a casa, generalmente de la misma especie, hasta llegar a un punto en que su casa es una inmundicia, los muebles están dañados y es notoria la insalubridad en la que vive.
Todo ello puede ser generado por sentimientos de indefensión del propio individuo donde ve a las mascotas solas e indefensas y sienten que los tienen que ayudar dándoles amor y comprensión, siendo eso lo que ellos sienten por si mismos, pero no se dan cuenta. Quienes sufren de este TOC pierden interés por mostrar una buena presencia, ya no se interesan en su círculo de amigos y se vuelven despreocupados por divertirse llegando a ser sucios o desordenados.
En estas personas se oculta una posible crónica depresión que no se ha diagnosticado y se refugian en la seguridad que sienten entre los animales, que en realidad actúan como las ataduras a los sentimientos negativos de lo que tarde o temprano se convierte en una dependencia emocional.
Siempre se puede lograr mantenerse en un sano equilibrio y rescatarse de estas desafortunadas garras de lo inconsciente.