Dra. Miroslava Ramírez Sánchez
Hasta hace algún par de décadas era la tristeza lo que los neurocientíficos buscaban develar y como consecuencia de ese estudio se descubrió a la depresión como enfermedad, así como la neurosis y otras alteraciones emocionales que generan trastornos psicológicos. Pero el tema de la felicidad no era algo buscado ni mucho menos estudiado, la medicina estaba centrada en la enfermedad y no en la promoción, cultivo y desarrollo de la felicidad en la población.
A lo largo de los años y como parte sustancial de mi trabajo acompaño a las personas -en lo individual y en equipos de trabajo- a descubrir las barreras que los alejan de una vida plena. Es común que las personas se sorprendan al darse cuenta que tienen un diagnóstico de infelicidad crónica y que temen descubrir los hábitos que los han hecho crónicamente infelices.
Vale la pena detenerse un instante y preguntarse ¿qué me hace feliz? Y tener claro que la felicidad precisa ser construida, que no se puede comprar y que entre más nos inventemos maneras de conseguirla en cajas, vestidos, objetos, esta se alejará vertiginosamente. La felicidad se debe cultivar tal cual una hortaliza que requiere de atención y cuidado, solo que teniendo sobre base una equilibrada combinación entre razón y emoción.
Una vez que hemos escaneado qué nos llena de satisfacción, podríamos pasar a la parte de ver ¿qué me hace infeliz? Puede que llegues a concluir que algo o alguien más allá de ti es el culpable de lo que te aqueja, como por ejemplo, que estás muy solo, que te engañaron, que no tienes el trabajo ideal o el sueldo justo, que tu pareja es insoportable, que a pesar de que te esfuerzas nadie te reconoce, que no tienes un cuerpo hermoso o que la vida la trae contra ti, etc. Sin embargo, los científicos del comportamiento humano han realizado hallazgos que pueden eliminar la idea de una felicidad inalcanzable y que pueden ayudar a todo aquel resignado a ser infeliz a que abandone esa postura, pues hay gratas noticias respecto a cómo la manera en la cual el organismo y el medio social predisponen a las personas a ser felices o a no serlo, y que si bien ha sido probado que la satisfacción personal es heredada, también lo es que la genética no es destino, pues un gran porcentaje de nuestra felicidad la podemos generar de factores externos.
Eso sí, debemos comenzar por eliminar las falsas creencias que alojamos en la mente y que hasta difundimos contándoles a los demás cuán infelices somos, entendamos que esta práctica no hace más que confirmar y afianzar esos sentimientos de insatisfacción y que al profesarnos comúnmente estas ideas de que algo siempre nos falta entonces vamos programando la mente tan arduamente para ver el “hueco” que acabamos por deformar la percepción que tenemos de lo que realmente ocurre y acabamos confirmándonos que nos sentimos vacíos.
Uno de los factores más comunes en la gente feliz es que tienen buenas relaciones interpersonales, se demostró que aquellos que se visten de relaciones armoniosas con sus amigos, familiares o colaboradores presentan niveles más altos de hormonas de la felicidad, claro que implica brindarles dedicación, pero son un componente fundamental para poder dibujar un rostro generoso en sonrisas y positivismo.
Pero por fortuna el cerebro nos ha mostrado que existen áreas involucradas en el proceso de ser felices y nos enseña cómo fomentar sensaciones de bienestar más duraderas, aquí van algunas propuestas:
- Vive la vida que anhelas a costa tuya
- Da algo de lo que recibes
- No hagas las cosas con solo un propósito
- No dejes de expresar claramente la gratitud
- Ponte nuevos desafíos
- Aprende algo nuevo constantemente
- Mejora tus relaciones interpersonales
- No cargues con los errores de los demás: perdona
- Amplía tu círculo de amistades
- Dedícale tiempo a algo en lo que seas hábil
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