Dra. Miroslava Ramírez Sánchez
Vivimos épocas de cambio y movimiento caracterizadas por una persistente sensación de miedo. Las personas tenemos miedo a muchas cosas, algunas reales, otras solo producto de una tendencia futurista al pensar que el caos ha de venir en cualquier momento.
Pero el miedo a estar solo o sola es algo que puede quitarte la calma al creer que tendrá efectos desastrosos para ti. El miedo a estar solos se debe ir disipando conforme vamos creciendo, pero cuando tu necesidad de compañía y protección no fue satisfecha de manera apropiada desde pequeño es común experimentar sensaciones de estar desprotegido y en peligro, con lo cual la persona emocionalmente sensible tiende a buscar que alguien le acompañe solo para llenar ese agujero, desarrollando relaciones de codependencia que no le satisfacen de verdad.
Ante la creencia de haber sido abandonado, el ser humano crece con una confianza y una seguridad limitada que lo debilitan a la hora de enfrentar el reto de estar en su propia compañía. Pero en muchas ocasiones lo que se teme es irreal, aquello que creemos peligroso realmente no existe, lo que ocurre es que relacionamos una experiencia desagradable y al no estar con alguien eso se tornó desastroso, por eso tu conclusión es realmente imaginaria y así vamos por la vida generando asociaciones y haciendo conclusiones basadas en eso, por ejemplo podemos concluir que alguien nos abandonó cuando en realidad sencillamente no estaba ahí en ese momento, lo cual no tiene nada que ver con desamor o falta de interés.
La mente nos juega sucio muchas veces, nos hace presas de todas esas conjeturas, imágenes y pensamientos caóticos, no estés tan acostumbrado a creer todo lo que tu cerebro te diga y date cuenta que el estar en soledad es algo bueno para ti y cada uno tenemos una dosis necesaria de soledad personal para conocernos, para estar en contacto consigo mismo o como dicen los orientales “para escuchar tu propio silencio”, que para muchos resulta ensordecedor dado que no se conocen ni tienen una buena relación interior, y al querer estar con los demás, más que consigo mismo, se trata más de un escape, de una huida de sí mismo para no verse, no oírse, por miedo a descubrir algo temible.
¿Cuánto tiempo más vas a huir de ti? ¿Cuál es el precio que hay que pagar por estar evitándote a ti mismo? Tal vez ya llegó el momento de romper las corazas del miedo a la soledad, la factura por no contactar con la soledad es la renuncia a la propia libertad, al gozo de la independencia, a la alegría de la autonomía, anímate a despedirte del miedo a estar solo, encapsula esos miedos identificados y camina hacia adelante con ellos en tu bolso, pero no en tu frente.
Es hora que descubras qué se siente tener relaciones profundas con diferentes personas siendo sincero y abierto a los demás. Siempre existe el riesgo de lastimar y ser lastimado, pero vale la pena correrlo, pues la insatisfacción de no intentarlo sería tan nefasta como el mismo dolor de ser herido. Sé tu mejor punto de reunión, logra dedicarte tiempo a ti mismo y reconquístate, sácate de ese auto abandono donde te tienes.
Deja de establecer relaciones fugases y superficiales basadas en la evitación y anímate al esfuerzo sostenido que implica la compenetración con las personas. Perdona las experiencias de abandono que has tenido, recuerda que aquello que interpretas así puede ser un fantasma imaginario y que lo peor que puedes hacer es abandonarte a ti mismo por decisión propia.
Te invito a dejar un comentario sobre el artículo a psicologa.miroslavaramirez@yahoo.com, te responderé a la brevedad.