Dra. Miroslava Ramírez Sánchez

En algún consultorio: “Señora, usted es obesa porque no hace otra cosa que comer”; “¿Acaso no le da vergüenza caminar al lado de su mujer con todos esos kilos de más?”; “Yo nunca he conocido a alguien que esté así de gordo por no comer”; “Lo único que tienes que hacer es cerrar la boca”.

Cuánta ignorancia se escucha en los profesionales que juzgan a las personas con obesidad o sobrepeso con estos criterios. Cuánto dolor se lee en el rostro de estos pacientes cuando llegan a mi consulta decepcionados por sus repetidos fracasos en la lucha por combatir su situación.

La obesidad debe ser comprendida como un problema de salud antes que como un problema estético. Investigadores destacan que los factores relevantes que explican esta pandemia son sólo el 33% hereditario y el 66% desde lo biológico, lo psicológico y lo cultural, por ello el primer paso para opinar o atender esta condición es entender que aquellos que han lidiado por adelgazar haciendo ejercicio, cuidando su dieta, revisando su función hormonal y aun así no han tenido éxito, es momento de mirar a fondo, pues hay algo más…

Como especialista en trastornos psicológicos de la alimentación he corroborado que en un gran número de casos, la obesidad es síntoma de una carencia emocional, el ingerir más calorías de las necesarias no es el único factor para engordar, pues aun teniendo frente a ti una hoja de recomendaciones especificando lo que debes y no debes comer, acabas por ignorarlas.

La obesidad es en muchos casos el resultado de un profundo miedo arraigado en la mente de forma que actúa como una protección contra lo que está allá afuera, tal es el caso de personas que fueron abusados física o sexualmente y que como un medio de defensa crean un “muro de grasa que les guarde” del peligro. En otros casos me encuentro con pacientes que comen no para saciar el hambre sino para anestesiar el dolor de lo que sienten al haber sido abandonados, al no ser aceptados en su familia, haber guardado un secreto doloroso o haber sido señalados como malos o poco habilidosos en la infancia.

Varias enfermedades de nuestro siglo como el estrés, las adicciones, la depresión, la ansiedad y la misma obesidad están relacionadas y son de las consultas más comunes a tratar para nosotros los psicólogos, como por ejemplo el vacío existencial, también llamado “aburrimiento o falta de sentido”.

Un verdadero tratamiento para perder los kilos de más implicaría una “reorganización de nuestros códigos emocionales”. Aprender a reconocer aquella necesidad afectiva y distinguirla de una necesidad biológica, el hambre legítima no surge de manera intempestiva, ni tiene tintes de antojos, sino que es gradual. Por otro lado, el hambre psicológica aparece de la nada a horas inapropiadas, no selecciona, no analiza, no es organizada y es irreflexiva.

No puedes esperar que cuando tienes problemas psicológicos no afecten tu cuerpo, no podemos dividir la mente del cuerpo, cuando se sube de talla las repercusiones no solo son para tu corazón, tus articulaciones, tus huesos sino que afectas la forma en que te percibes a ti mismo. La relación que mantienes con los otros se afecta y la relación contigo mismo empieza a generar ira, tristeza, decepción, aislamiento y llegas a devaluarte al no poder funcionar adecuadamente ni “caber” en tu mundo interno y externo.

En la terapia para pacientes con problemas alimentarios procuro poner a su alcance algunos patrones para mejorar su respuesta emocional, identificarlas es uno de los pasos hacia la solución:

  1. Tu vida no gira en torno a la comida, no le des un lugar preponderante.
  2. Evita que tus emociones dirijan tu proceder, agrega el pensamiento.
  3. No te vayas a los extremos (evitarás que se active el ciclo de la culpa), no esperes a sentir hambre desesperada, respeta tus horarios de comida.
  4. Date permiso de conocer, al menos por curiosidad, cómo funciona tu mente y qué clase de sensaciones identificas cuando haces ejercicio.
  5. Encuentra nuevas maneras de sentirte seguro. Cuestiónate de qué te escondes.
  6. Prémiate (o dicho psicológicamente: gratifícate) con algo diferente a la comida. Exprésate gratitud y otórgate cuidado personal como una forma de felicitarte por algún logro.
  7. Deja de comerte tus enojos, tus tristezas y tus miedos. Busca ayuda.

Facebook: Doctora Miroslava Ramírez y  psicologa.miroslavaramirez@yahoo.com

 

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